Padre, Hijo y Espíritu Santo:
Al Padre, Hijo y Espíritu Santo conocemos como las tres Divinas
Personas o la Santísima Trinidad. Son tres personas distintas y juntas
conforman un sólo Dios, no tres dioses, porque solamente hay un Dios verdadero
(sí hubiera más de uno, alguno mandaría más sobre el otro). El Padre no es
el Hijo ni el Hijo es el Espíritu Santo, las tres se funden por el amor
formando una sola naturaleza divina, esto es el misterio del amor de la
Trinidad.
El Padre (Yahvé) nos ama y nos creó haciéndonos sus hijos, el Hijo es la
palabra (Verbo) encarnada quien nos ha salvado muriendo por nosotros en la cruz
y el Espíritu Santo (el Paráclito) nos ayuda con sus gracias a comprender
mejor lo que el Hijo nos enseñó y nos da fuerzas para ser mejores cristianos.
Lo que obra una Persona lo obran las tres, aunque se le atribuye a cada una
diferentes actividades: la Creación al Padre, la Redención al Hijo y la
Santidad al Espíritu Santo. Las tres Personas son simultáneas en el tiempo ya
que siempre han existido y son eternas (Génesis
1 ) y (Jn. 1,1).
Ahora nos referiremos en particular al Espíritu Santo:
El Espíritu Santo debe recibir una misma adoración y gloria que las
otras dos. Nos dice Jesús que el pecado contra el Espíritu Santo no será
perdonado (Mt. 12,31). El Espíritu
se manifestó por vez primera en los Apóstoles y la Virgen María cuando se
hallaban reunidos el día de Pentecostés (Hechos
1 al 4).
La Doctrina nos habla acerca de los siete Dones del Espíritu, que son:
1) Don de Sabiduría: determinar lo
que es voluntad de Dios.
2) Don de Entendimiento: comprensión
de las riquezas de la fe.
3) Don de Ciencia: distinción
entre lo verdadero y lo falso.
4) Don de Consejo: animosidad para
seguir los caminos de la santidad.
5) Don de Piedad: amor filial a
nuestro Padre Celestial.
6) Don de Fortaleza: fuerza para
sobrellevar los tropiezos que se presentan.
7) Don de Temor: actitud de no
querer ofender al Señor con nuestros pecados.
A LA SANTíSIMA TRINIDAD
¡Gloria al Padre que, por Su poder, me creó a Su imagen y semejanza! ¡Gloria al Hijo, que por amor, me libró de todas las frustraciones y me abrió las puertas del cielo! ¡Gloria al Espíritu Santo que, por su misericordia, me santificó y continuamente realiza esta santificación por las gracias que recibo de Su infinita bondad! ¡Gloria a las tres adorables personas de la Trinidad, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos! Yo te adoro Trinidad beatísima, con devoción y profundo respeto y te doy gracias por habernos revelado tan glorioso e inefable misterio. Humildemente te suplico me concedas que, perseverando hasta la muerte en esta creencia, pueda ver y glorificar en el cielo lo que creo fielmente en la tierra: un Dios en tres personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.